Muestra de gran interes para la historia de Castilla y del castellanismo, fue el hecho de que el Empecinado mostrará un gran interes en recuperar la tradición comunera de las Guerras de las Comunidades y en celebrar el homenaje a los comuneros que cayeron en la batalla de Villalar. Aquí he recuperado un texto, que muestro a continuación, donde se nos explica mejor como fueron estos hechos.
"El Empecinado" militaba en una organización secreta llamada la Sociedad de los Caballeros Comuneros (o Hijos de Padilla).
Fundada
en Madrid a principios de 1821, se trataba de una escisión del cada vez
más moderado Gran Oriente masónico. Esta sociedad (perfectamente
estudiada por Gil Novales y Marta Ruiz Jiménez) se hallaba próxima a la
tendencia radical del liberalismo español. Su ritual de ingreso, sus
juramentos y ritos, hacían de ella un movimiento similar al carbonarismo
italiano. Entre sus militantes estaban masones y liberales como el
mismísimo Rafael del Riego, Romero Alpuente, Flores Estrada o Torrijos.
Como es evidente, la Sociedad de los Caballeros Comuneros (que se
subdividía en células llamadas "torres) se inspiraba en la rebelión de
las Comunidades contra Carlos V, tal y como expresaba su manifiesto
fundacional:
"Bien sabido es que los héroes de Padilla, Bravo y Maldonado perdieron la vida porque tuviese libertad esta heroica nación"
[...]
"Llegó
el tiempo de imitar su heroísmo y de vengarlos. Una multitud de hombres
denodados y decididos a sostener la libertad de España haciendo ver que
no hay más soberano que el pueblo, estamos alistados y ligados con
juramentos para llevar a cabo tan sagrado objeto".
Y es que
los comuneros de Castilla había sido idealizados por los liberales
radicales como unos luchadores por la libertad. Así fueron representados
en obras teatrales de corte romántico como
La sombra de Padilla (pieza en un acto),
Juan de Padilla o los comuneros (tragedia en cinco actos) y
El sepulcro de Padilla,
entre otras. Para la rama política del liberalismo exaltado, los
comuneros habían sido unos atribulados e idealistas luchadores contra la
tiranía, y debían ser un ejemplo a seguir por todos los
antiabsolutistas. Tuvieron lugar varios homenajes a los caudillos
comuneros: cabe destacar el Decreto (publicado el 20 de abril de 1822)
que declaraba a Padilla, Bravo y Maldonado como Hijos Beneméritos de la
Patria y ordenaba levantar un monumento para su recuerdo en Villalar; o
la inscripción de sus nombres en las Cortes nacionales.
No era
infrecuente, además, que los políticos citasen a los caudillos comuneros
en sus intervenciones parlamentarias. Valgan como ejemplo las palabras
del filántropo y diputado toresano Manuel Gómez Allende, a la hora de
defender la permanencia (a efectos administrativos) de la provincia de
Zamora:
"Nuestros representantes de 1820 ¿No asistieron a las
célebres Cortes de Santiago, que dieron pábulo y fomento a las
Comunidades de Castilla? ¿No fueron constantes y uniformes nuestros
votos con los de los malhadados Padilla, Bravo y Maldonado, a pesar de
que trasladadas las mismas Cortes a La Coruña, muchas ciudades y
provincias se separaron de los votos y protestas que habían hecho antes?
¿Pues ahora como se nos trata tan mal? ¿Tampoco merecemos al presente
Congreso? ¿Y en qué tiempo, señor, se trata de extinguir esta
antiquísima provincia?."
Homenaje a los comuneros en Villalar. Los falsos restos de Padilla, Bravo y Maldonado.
Pero
volvamos a fijar nuestra atención en las andanzas de "El Empecinado",
militante de Los Caballeros Comuneros. Según Aviraneta,
"su bautismo comunero le había traido la benevolencia de todos aquellos que le miraban como a guerrillero".
En breve, Juan Martín formará parte de la Comisión de Policía de la
Merindad de Comuneros de Zamora, órgano que se encargaba de examinar la
conducta de todos los que querían ingresar en la sección zamorana de Los
Caballeros Comuneros. Como eran muchos los que allí le admiraban, las
solicitudes para ingresar en la organización secreta aumentaron
vertiginosamente.
Y será "El Empecinado" quien lleve a cabo uno de
los más importantes actos de la memoria histórica española: el primer
homenaje a los comuneros de Castilla que tuvo lugar en Villalar. Los
nombres de Padilla, Bravo y Maldonado deben su resurrección y el ser
venerados como hoy lo son al entusiasmo de Juan Martín, ya que es él
quien los convierte definitivamente en héroes nacionales, recupera sus
presuntos restos y les da digna sepultura con solemnes actos cívicos y
religiosos. La memoria de los vencidos en Villalar yacía sepultada bajo
el peso de 300 años de olvido, pero "El Empecinado" se mostró decidido a
recuperarla.
Juan Martín, en efecto, tomó la decisión de que la
Sociedad de Los Caballeros Comuneros debía conmemorar el III Centenario
de la batalla de Villalar, cuyo triste final fue la degollación de los
caudillos castellanos. Sus correligionarios de Zamora acogió con júbilo
la feliz idea y (tras comunicársela al resto de la sociedad secreta)
delegaron su ejecución en "El Empecinado". Como bien señala Álvarez
Junco, aquella iniciativa "conllevó la rehabilitación gloriosa de los
derrotados trescientos años antes, con ceremonias y discursos pomposos a
cargo de políticos metidos a historiadores". Desde la ciudad de Zamora,
"El Empecinado" mandó a todas las ciudades castellanas una convocatoria
de homenaje a los comuneros que no tiene desperdicio:
"Don
Juan de Padilla, Don Francisco Maldonado y Juan Bravo, procuradores de
Toledo, Salamanca y Segovia en las Cortes del Reino de 1520, hicieron
vivas reclamaciones a la majestad del Rey D. Carlos V (I de España) por
sostener los derechos del pueblo castellano. Desoídos, tomaron los
pueblos la demanda, y se formó la liga conocida con el nombre de los
Comuneros. Después de varios acontecimientos, siendo los dichos jefes
del ejército de los amantes de la libertad, fueron derrotados en
Villalar por el Rey en 23 de abril de 1521, y prisioneros los tres; en
el mismo día se les intimó la sentencia de muerte, que fue ejecutada en
la mencionada villa.
Su ilustre sombra, oscurecida por el despotismo
de trescientos años, clamaba por que se recordase con gloria a todos los
españoles. Para este objeto, el 24 del corriente Abril, día de su
aniversario, se va a tributarles unas honras fúnebres y erigir un
pequeño monumento provisional en su digna memoria. ¿Qué español no
arderá en amor patriótico al ver las dignísimas cenizas de lo que, si
vivieran, serían el más fuerte antemural de nuestro Santo Código? ¿Quién
no se estremecería al contemplar la triste suerte de los que la
merecían tan distinta? Corred, pues, ciudadanos, a llorar sobre su frío
sepulcro, a derramar en él sufragios religiosos y lágrimas de ternura, y
a jurar por sus sagrados manes o muerte o libertad.
Zamora, 3 de abril de 1821."
Y
a sus propios convecinos les hizo ver (por medio de una orden fijada en
todos los lugares públicos de Zamora) la necesidad de recuperar la
memoria de quienes habrían sido antecesores directos del movimiento
liberal:
" Zamoranos: la fama nunca muere, y la memoria de
los héroes es un estímulo a los ciudadanos que desean conservar su
libertad, don el mas estimable de la Naturaleza. Trescientos años se
cumplen, el día 23 de este mes, que la nación española perdió la suya en
los campos de Villalar, y en el 24 fueron víctimas del despotismo los
valientes castellanos Padilla, Bravo y Maldonado, a cuya desgracia
siguieron Pimentel y Acuña, dignísimo obispo de esta ciudad. Yaciendo
las reliquias de los primeros en su provincia, sería un descuido
delincuente no tributarles una viva ofrenda de nuestros sentimientos
patrióticos.
Mi pensamiento lo he acordado con las autoridades
locales, que han convenido con el mayor entusiasmo a mi intento, y
ofrecido sus auxilios; para dar el primer paso a tan plausible empresa,
contemplo necesaria la formación de un expediente militar, instructivo y
fehaciente, por el que conste el sitio de la batalla, y en donde fueron
enterrados los huesos de los beneméritos defensores de la Patria, con
la expresión y distinción susceptibles; los que, con la autorización y
publicidad competente, se exhumarán y depositarán en una urna
provisional con tres llaves, que recogerán y retendrán, por ahora, los
señores Comisionado, Alcalde constitucional y párroco de Villalar, y
colocarán en su iglesia con la mayor decencia, hasta que se determine su
fijación con el aparato de que son dignos; para lo cual doy la más
amplia comisión al señor comandante de ingenieros de esta plaza, don
Manuel de Tena, y a D. Máximo Renoso, teniente del regimiento de
infantería de Vitoria, que haga las funciones de Secretario, confiando
de la exactitud, instrucción y prendas recomendables de ambos, quienes
anticipadamente tomarán todas las noticias convenientes de autores
clásicos y documentos que se hallen archivados. Esta determinación
serviará de cabeza de proceso, a la que se unirá el oficio del señor
jefe político de esta provincia y el del señor vicario eclesiástico de
esta diócesis para la legitimidad del acto, y no haya obstáculo en la
práctica de diligencias, y original me lo entregarán para los efectos
correspondientes.
Zamora, 4 de abril de 1821."
Así
pues, la Comisión organizadora que presidían los señores Tena y Reinoso
se puso manos a la obra.
Ambos se trasladaron a Villalar (perteneciente
en aquella época a la provincia de Zamora) para situar el lugar donde se
desarrolló la batalla y fueron enterrados Padilla, Bravo y Maldonado.
Cinco días más tarde, confeccionaron un informe que sometieron a la
atención de "El Empecinado". Lo encabezaban así: "Expediente militar
instructivo formado para la exhumación de los restos de los héroes
castellanos Padilla, Bravo y Maldonado y copias de la orden, acta
celebrada y decreto de aprobación.
Aquellos trabajos de investigación
fueron presididos por Tena y se desarrollaron en presencia de una amplia
representación ciudadana: José Moya (alcalde de Villalar), Martín
Rodríguez y Pedro Díez (regidores), Diego Antonio González (juez de
primera instancia), Manuel Vaz y Damián Pérez (párrocos de las iglesias
villalarenses de San Juan Bautista y Santa María, respectivamente) y
otros muchos vecinos de la localidad y de zonas limítrofes.
En el
informe que presentaron a su superior, Tena y Reinoso hacían constar que
no habían encontrado texto alguno en que poder apoyar sus
investigaciones, ya que
el archivo de Villalar resultó incendiado en
1761. Tuvieron que valerse, pues, de distintas referencias históricas y
otros testimonios que (por tradición) se conservan. Estas fuentes de
información les sirvieron para señalar los límites del campo de batalla:
por el Norte; el puente de Fierro y el arroyo de Marzales; por el Sur,
Villalar; por el Este, las faldas del cerro Gualdrafa, y por el Oeste,
el río Hornija.
Las ruinas de la casa que sirviera de capilla a los
tres caballeros comuneros está en el lugar llamado La Placica, junto a
la Cárcaba. En el Rollo se expusieron (clavadas en picas) las cabezas de
Padilla, Bravo y Maldonado hasta que (algo después) el emperador Carlos
I concedió un perdón general y ordenó enterrarlas junto con los
cuerpos, como así se hizo. Suponían Tena y Reinoso, por tanto, que éstos
habían de encontrarse en el espacio existente entre el Rollo y el atrio
de la iglesia de San Juan. Ordenaron excavar en la parte de la
superficie que tenía un aspecto más húmedo y, a mucha profundidad,
hallaron tres calaveras y un montón de huesos. No dudaron (ni un
momento) que este hallazgo es el esperado por ellos.
El día 13 de
abril (en presencia de las autoridades y de no pocos curiosos) se
realizó la exhumación. Los restos fueron luego depositados en una urna
de madera fina, dispuesta al efecto, y en ceremoniosa procesión se les
condujo al lugar llamado El Otero, por donde los caudillos comuneros
entraron presos en la localidad. Allí han levantado un soberbio
catafalco, en el cual se coloca la urna. Ante él y en presencia de una
considerable multitud (presidido por "El Empecinado") se celebraron
solemnes honras fúnebres. La urna fue llevada en procesión y depositada
en la iglesia de San Juan Bautista. Allí permaneció hasta que (el 5 de
noviembre de 1822) el jefe político de Zamora y la Diputación provincial
acordaron trasladarla a la capilla de San Pablo de la catedral
zamorana.
Lo curioso y sorprendente de esta historia es que aquellos
restos humanos no pertenecían, ni mucho menos, a los malogrados Padilla,
Bravo y Maldonado. Pese a la buena fe de Juan Martín y de los que
secundaron su iniciativa, hemos de decir que fueron engañados con una
farsa malévola. Y como es necesaria una explicación, vamos a darla
diciendo lo que ellos nunca pudieron saber. Los restos de Padilla, Bravo
y Maldonado no podían estar cerca del Rollo que les sirviera de picota
porque su provisional sepultura la tuvieron en la iglesia de Villalar, y
sólo por breves días, ya que, al otorgar el emperador el perdón
general, fueron trasladados.
El cuerpo de Juan Bravo viajó a Segovia,
donde recibió cristiana sepultura en la iglesia de Santa Cruz,
convertida después en hospicio; el de Juan de Padilla (reclamado por su
esposa María Pacheco) fue conducido, primeramente, al monasterio de la
Mejorada, cerca de Olmedo, para después ser sepultado en Toledo; y el de
Francisco Maldonado fue llevado a Salamanca a instancias de su suegro, y
recibió sepultura en la capilla que éste poseía en el convento de San
Agustín, ya desaparecido. Así queda probado por diversas Reales Cédulas
que se conservan en el Archivo de Simancas.
Conocido esto, es
obligado preguntarse: ¿de quiénes eran, pues, los cuerpos que Tena y
Reinoso desenterraron? Nunca lo sabremos. Pertenecían a unos muertos
anónimos que (por azar) recibieron una gloria como la que nunca llegaron
a soñar en vida. Y aquí surge otra pregunta que también precisa
contestación: ¿quién los colocó allí? Según parece, cuando los vecinos
de Villalar (casi todos partidarios del absolutismo) se enteraron de la
inminente llegada de los comisionados de "El Empecinado" y la misión que
traían, no supieron qué pretextos buscar cuando fuesen preguntados, ya
que nadie sabía donde pudieran estar los restos de los líderes
comuneros, de cuyas gestas poco o nada sabían. Y en esta ignorancia,
temerosos de que los liberales les acusaran de querer ocultarles
aquello, dispusieron llevar a cabo un engaño. Con todo sigilo, unos
pocos vecinos (asesorados por el cura) entraron en el camposanto,
cogieron del osario tres calaveras y algunos huesos y, tras
humedecerlos, decidieron soterrarlos en el lugar donde posteriormente
serían encontrados.
Es así como, días después de aquello, se
descubrió la falsa sepultura de los comunerços que todos los liberales
dieron por auténtica. La verdad de estos hechos no llegaría a conocerse
hasta 1870, cuando el historiador toledano Antonio Martín Gamero estudió
el expediente mandado redactar por órdenes de "El Empecinado" y comenzó
una serie de investigaciones que hicieron salir a la luz la verdadera
historia.
Fuente extraida de foroscastilla
http://foroscastilla.org/foros/index.php?topic=16197.0