Sin más os dejo con el texto integro que se puede encontrar en la página del ayuntamiento de Bergasa.
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"Alfredo Gil del Río, en su obra La Rioja en el camino del tiempo, recoge una preciosa leyenda a su vez tomada de Felipe Abad León en Estampas Cadaqueñas. Se refiere al aprovechamiento de las aguas de Valdelloto de la Sierra La Hez,aguas que fueron codiciadas desde siempre incluso por los demonios.
La leyenda se sitúa en las tierras riojanas donde aparecen unos personajes, que el narrador llama diablos, pero que tienen toda la pinta de ser elementales subterráneos de los campos, con ciertas inclinaciones libidinosas, capaces de realizar autenticas proezas arquitectónicas con tal de conseguir sus objetivos.
Cuenta que vivía en Bergasa una joven bellísima llamada Quiteria, quien habitualmente ayudaba a sus padres en los trabajo de regar las alubias que tenían sembradas en una finca que poseían en el termino de Valdelloto. Ya jovencita marchó a Calahorra como criada de una familia que le enviaba a llevar agua al señorío que vivía en la plaza del Raso (hoy llamada Plaza de Quintiliano).
Un día, cuando realizaba aquella labor, se le apareció, según la leyenda, el diablo, quien con voz suave y cariñosa le susurra al oído: - si te casas conmigo, no necesitaras trabajar tan duramente y antes de salir el sol tendrás diariamente las ricas aguas de Valdelloto en la mismísima plaza del Raso.
La joven, por su propio asombro, acepta ingenuamente la proposición. Por otro lado, la promesa resultaba fantástica e irrealizable. El diablo aquel moviliza a todos sus amigotes y compañeros de Aragón, Navarra y Rioja. Era preciso hacer en esa noche un canal de cuatro leguas, desde Valdelloto hasta el Raso de Calahorra. Debía ser subterráneo, para no ser descubierto por los labradores, y muy sólido, de cal y canto, para que no hubiera filtraciones y llegara entero y fresco hasta el lugar convenido.
Los diablos de Aragón trajeron consigo dos gallos, uno blanco y otro negro. Tenían por misión espiar los contornos y dar los oportunos avisos con sus cantos. Este elemento los identifica con algunos espíritus de la naturaleza, que empieza a despuntar el día, avisados casi siempre por el canto del madrugador gallo.
Bergasa |
El gallo blanco cantaba: ¡ Cal y canto, cal y canto!, que, según la contraseña, significaba que nadie los veía y podían seguir construyendo afanosamente el cauce o río con esos dos preciosos materiales. El gallo negro debía avisar cualquier peligro diciendo: ¡ Canto y quieto, canto y quieto! La obra avanzaba velozmente el la oscuridad de la noche, cuyo silencio solo era alterado por el canto del gallo blanco. El cauce subterráneo atravesaba ya las jurisdicciones de Bergasillas, Carbonera, Tudelilla, Bergasa y Arnedo en una extensión de unos 20 km en media actual. Los diablos empezaban a regodearse, moviendo con satisfacción sus negros rabos. Ya estaban en la Planilla de Calahorra, a menos de 500 m de la Plaza del Raso.
Pero de repente, aquel día - nadie esperaba y así son las leyendas- amaneció una hora antes de lo acostumbrado. Las campanas de las torres y los conventos de Calahorra empezaron a tocar llamando a oración matinal.
Los labradores salían al campo con sus ganados de labranza. Unos hablaban y otros cantaban.
El gallo negro se alboroto, y desde la altura del cerro comenzó su quiquiriquí que decía ¡ canto y quiero, canto y quiero! Los diablos, despavoridos y confusos, enemigos como son de la luz y del trato de los hombres, emprendieron una precipitada fuga a esconderse en sus madrigueras de Aragón, Navarra y La Rioja y “El Río del Diablo", llamado así desde entonces, se quedo inacabado, en la Planilla de Calahorra, sin conseguir la meta del Raso.
Sin duda los diablillos sobrevolaron sus capacidades constructoras o sus conocimientos de la duración de la noche no eran del todo exactos. Lo cierto es que la criada salió con sus cántaros, a la hora de salida del sol, según lo convenido, pero tuvo que volverse sin agua. El cauce subterráneo, de cal y canto, existió y existe todavía. Los labradores de Bergasa y de Arnedo lo conocen muy bien y con frecuencia aparecen trozos de debajo de la tierra, cuando hacen surcos con los aperos del tractor. Sigue siendo un misterio quien o quienes fueron sus habilidosos constructores. De hecho, el cronista Martínez San Celedonio, en su obra “Calahorra milenaria”, escribe que esta ciudad se encuentra minada por una red de galerías subterráneas.
Precisamente, en el término de Arnedo existen unas galerías conocidas con el nombre de "Cuevas de los moros" o de los" Cien pilares", por su semejanza con un sistema laberíntico sostenido por enormes pilares. ¿Quien lo construyó?, y
¿Por que esa insistencia en relacionar estas cavidades subterráneas con seres sobrenaturales?."